En un paseo marítimo y solitario me adentro en mis pensamientos que navegan por la superficie del agua, van como surcando las olas, el mar en busca de los designios del azar. El corazón aventurero lleno de imaginación va soñando a su pos, la razón en cambio se queda en tierra firme, no sabe nadar y tampoco tiene valor para superar el miedo que le produce sin más. Sus olas rugen como un león, su profundidad es misteriosa y la asusta aunque esas mismas olas muchas veces suenen con melodías de sirenas y cuerpos de delfines y su ser ande tan paralizado como cautivado; ¿como se brega con tan embrujo? ¿Como se vuelve a divisar la normalidad? ¿y la razón deja de soñar?
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